La
breve historia de Saloma y el adiós de una fusión
rioplatense
20/10/2025
En la historia musical argentina abundan los grupos que dejaron huella sin haber alcanzado el reconocimiento masivo. Entre ellos, el conjunto Saloma ocupa un lugar singular. Nació en un contexto de efervescencia creativa y buscó unir lo urbano con lo popular, lo poético con lo cotidiano. Su nombre evocaba el canto espontáneo del trabajador, una metáfora que condensaba su identidad: transformar el pulso de la ciudad en música.
El grupo surgió a mediados de la década del setenta, en una Buenos Aires atravesada por contrastes. Jóvenes músicos con inquietudes estéticas diversas coincidieron en la idea de construir un lenguaje propio que uniera el rock con las raíces rioplatenses. Así nació Saloma, un proyecto que apostó por combinar guitarras eléctricas, flauta, percusión y letras de profunda sensibilidad literaria. Su propuesta escapaba a las etiquetas y buscaba un sonido que representara al ciudadano porteño de aquellos años, con sus nostalgias, sus ironías y sus esperanzas.
El álbum que marcó su breve existencia sintetizó esa búsqueda. Las canciones reflejaban historias de barrio, personajes anónimos y escenas cotidianas envueltas en melodías que mezclaban milonga, candombe y tango con armonías modernas. Temas como La casa del vecino o Salud a la cofradía condensaban la esencia de una generación que aún creía en el poder transformador de la música como relato colectivo.
El contexto político y social del momento no favorecía a las expresiones independientes. Mantener una banda de ese perfil requería convicción y esfuerzo, pero también enfrentaba dificultades de difusión y recursos. Saloma nunca llegó a convertirse en un fenómeno comercial, aunque su público percibía la autenticidad de una propuesta adelantada a su tiempo. En los escenarios porteños, el grupo transmitía una energía distinta: cercana, comprometida y poética.
Con el paso de los años, las tensiones internas, los desafíos económicos y las rutas personales llevaron a su disolución. Hacia fines de la década del setenta, Saloma se apagó como conjunto, dejando un único registro discográfico y una serie de recuerdos dispersos entre quienes los escucharon en vivo. Cada uno de sus integrantes siguió caminos diferentes, algunos vinculados al tango, otros a la docencia, otros a la experimentación musical. Sin embargo, todos conservaron en su trayectoria algo de aquel espíritu inicial: la idea de unir lo popular con lo urbano, lo artesanal con lo contemporáneo.
El legado de Saloma trasciende su escasa discografía. Representa un modo de entender la música ciudadana no como nostalgia, sino como creación viva. En tiempos en que el mercado imponía moldes y fórmulas, ellos apostaron por la fusión y la autenticidad. Su aporte fue abrir una puerta a nuevas formas de expresión que más tarde florecerían en otras generaciones de artistas porteños.
Mirar hacia atrás y rescatar su historia es también un acto de justicia cultural. En cada una de sus canciones late una ciudad que ya no existe del todo: la de los patios, los cafés y las noches de bohemia. Saloma intentó capturar ese espíritu y lo hizo con una elegancia sencilla, sin artificios. Por eso su recuerdo merece permanecer.
Hoy, al escuchar sus melodías o al leer sobre su breve recorrido, se percibe algo más que una anécdota musical: se siente el eco de una búsqueda colectiva, el deseo de hacer arte con identidad y libertad. Saloma no fue un fenómeno de masas, pero sí una manifestación de la honestidad artística, de la fidelidad a una idea y de la capacidad de transformar lo cotidiano en belleza.
Su despedida marcó el final de una etapa y, al mismo tiempo, el inicio de una influencia silenciosa. Saloma fue la prueba de que la música rioplatense podía reinventarse sin perder sus raíces, mezclando poesía, ritmo y modernidad. Su historia demuestra que el valor de una obra no siempre se mide en aplausos, sino en la huella que deja en la sensibilidad de quienes la descubren.
Hoy, su memoria sobrevive en quienes buscan comprender el alma cultural de Buenos Aires. En un tiempo donde la fugacidad domina el arte, recordar a Saloma es rescatar la constancia de lo genuino y el valor de quienes se atrevieron a cantar a la ciudad desde adentro. Su historia fue breve, pero su adiós dejó una resonancia que aún acompaña a quienes creen que la fusión rioplatense es más que un estilo: es una forma de sentir.
Aviso legal: Este texto es de autoría exclusiva de Octavio Chaparro. Todos los derechos reservados. Queda prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.
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